Son la esperanza de la 4T y su capacidad para cuestionar, innovar y luchar por un México más justo y humano es fundamental.
Por Francisco J. Ruiz
Hermosillo/VdM, 23 de enero
La juventud mexicana se encuentra en un momento crucial en la historia del país, marcado por la llamada “Cuarta Transformación” (4T), y este proceso, busca generar un cambio profundo y estructural en la política, economía y cultura de México.
Los jóvenes desempeñan un papel fundamental al ser los principales agentes de cambio en la revolución de las conciencias y su participación en este proceso es esencial para la consolidación de un futuro más justo, equitativo y humano.
La 4T se basa en principios de justicia social y derechos humanos, dos pilares esenciales en la construcción de una sociedad más inclusiva y los jóvenes, en la historia de la humanidad, son quienes han vivido entornos donde la desigualdad y la violencia han sido moneda corriente, conscientes de la importancia de estos temas y en un país donde la corrupción ha minado la confianza institucional, es vital que las nuevas generaciones adopten una postura crítica y proactiva respecto a su entorno; y el humanismo mexicano, que toma como base la dignidad de la persona y el respeto a sus derechos fundamentales se presenta como una alternativa viable a los modelos económicos y políticos que han fracasado.
Este enfoque donde la justicia social no es solo un ideal, sino una práctica diaria que debe ser fomentada en todos los niveles de la sociedad, ya que los movimientos sociales liderados por jóvenes, desde las protestas por la educación hasta las luchas por los derechos de las mujeres y la comunidad LGBT+, son un claro ejemplo de cómo la juventud puede ser un motor de cambio y estos movimientos, no solo han visibilizado problemas históricos, como la violencia de género y la discriminación, sino que también han generado un debate público sobre su importancia y el humanismo mexicano se alinea con las demandas sociales de los jóvenes, permitiendo una articulación entre las necesidades del presente y la construcción de un futuro en el que todos tengan la posibilidad de prosperar, pues la revolución de las conciencias se nutre de la creatividad y la fuerza de la juventud, que busca desafiar las narrativas tradicionales y exigir un nuevo modelo de nación.
En este camino, la educación juega un papel crucial. No solo se trata de adquirir conocimientos, sino de desarrollar una ética que promueva la solidaridad, la empatía y el respeto por la diversidad. La transformación de México dependerá en gran medida de la capacidad de las nuevas generaciones para conectarse con estos valores humanistas y ponerlos en práctica.
Los jóvenes son la esperanza de la 4T y su capacidad para cuestionar, innovar y luchar por un México más justo y humano es fundamental, que a través, de un enfoque en los derechos humanos y la justicia social, los jóvenes pueden liderar una revolución de conciencias que no solo transforme estructuras, sino que también promueva un cambio profundo en la cultura y la forma en que convivimos como sociedad y la lucha por una vida digna para todos es una tarea que les pertenece, y su compromiso será clave para construir el México que soñamos.
@IngJavierRuiz